Fernando Pessoa. Biografía y poemas










Fernando Pessoa






Nace en Lisboa el 13 de junio de 1888. A los cinco años muere su padre. La madre vuelve a casarse trasladándose a Durban, Sudáfrica.  Poeta bilingüe, de educación inglesa, la influencia sajona será constante en su pensamiento y su obra. En 1905, cuando está a punto de ingresar a la Universidad del Cabo, regresa a Portugal. En 1907 abandona la facultad de letras de Lisboa e instala una tipográfica que fracasa. Empieza a trabajar como corresponsal extranjero, redactor de cartas comerciales en inglés y francés, trabajo discreto que sostendrá durante toda su vida y en el que ocupa el menor tiempo posible. Todo su interés estará centrado en su escritura y en el desarrollo de sus heterónimos. No vuelve a salir de Lisboa. Allí muere el 30 de noviembre de 1935, a los 47 años de edad.
Álvaro de Campos dirá de su poesía: «Fijar un estado de alma, aunque no lo sea, en versos que lo traduzcan impersonalmente; describir las emociones que no se sintieron con la misma emoción con que se sintieron: tal es el privilegio de quienes son poetas porque, si no lo fuesen, nadie les creería.
Hay poetas que hacen esto concientemente, como Fernando Pessoa. Hay poetas que lo hacen inconcientemente, como Fernando Pessoa.
Soy demasiado amigo de Fernando Pessoa para hablar bien de él sin sentirme mal: la verdad es una de las peores hipocresías a que obliga la amistad. Si el lector juzga injustas las palabras precedentes, suponga que escribí las que juzga justas. Lo que estuviere bien, estará bien sin ninguno de nosotros.
Por lo demás, el único prefacio de una obra es el cerebro de quien la lee.»


http://edicioneslamariposaylaiguana.blogspot.com.ar/2015/10/fernando-pessoa-textos-sobre-la-genesis.html

Autopsicografía


El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe
en el dolor leído sienten
 no los dos dolores que tuvo
sino sólo el que no ha tenido

Así en las acequias la rueda
gira para entretener la razón,
ese tren de juguete
que se llama corazón.



Lluvia oblicua


I
Atraviesa este paisaje mi sueño de un puerto infinito
el color de las flores es transparente en las velas de los grandes navíos
que parten del muelle arrastrando en las aguas por sombra
los bultos al sol de aquellos árboles antiguos…

El puerto que sueño es sombrío y pálido
y este paisaje está lleno de sol de este lado…
Pero en mi espíritu el sol de este día es puerto sombrío
y los navíos que salen del puerto son estos árboles al sol…
Doblemente libre, me abandoné paisaje abajo…
El bulto del muelle es el camino nítido y calmo
que se levanta y yergue como un muro,
y los navíos pasan adentro del tronco de los árboles
con una horizontalidad vertical,
y dejan caer las amarras al agua por las hojas, una a una, dentro…

No sé quién me sueño…
De repente, toda el agua del mar del puerto es transparente
y veo al fondo, como una estampa enorme que allí estuviese desplegada,
este paisaje todo, desnivel de árboles, camino por arder en aquel puerto,
y la sombra de un barco más antiguo que el puerto que pasa
entre mi sueño del puerto y mi ver este paisaje
y llega a mis pies, y entra a través mío,
y pasa para el otro lado de mi alma…

II
Se ilumina la iglesia por dentro con la lluvia de este día,
cada vela que se enciende es más lluvia golpeando en los vidrios…
Me alegra escuchar la lluvia porque es el templo encendido,
y los vidrios de la iglesia vistos de afuera son el sonido de la lluvia escuchado por dentro…
El esplendor del altar mayor es mi casi no poder ver los montes
a través de la lluvia que es oro tan solemne en el mantel del altar…
Suena el canto del coro, latino y viento sacudiendo los vidrios
y se siente rechinar el agua en el hecho de haber un coro…
La misa es un automóvil que pasa
a través de los fieles que se enajenan en ser hoy un día triste…
De pronto el viento sacude en esplendor mayor
la fiesta de la catedral y el ruido de la lluvia absorbe todo
hasta que sólo se escucha la voz del padre agua perderse a lo lejos
como el sonido de las ruedas de un automóvil…
y se apagan las luces de la iglesia
en la lluvia que para…

III
La Gran Esfinge de Egipto sueña dentro de este papel…
Escribo, y se me aparece a través de mi mano transparente
y a los costados del papel se levantan las pirámides…
Escribo, me perturba ver que la punta de mi pena
es el perfil del rey Keops…
De repente, paro…
Todo se oscureció… Caigo por un abismo hecho de tiempo…
Estoy enterrado bajo las pirámides para escribir versos junto a la clara luz de esta lámpara
y todo Egipto me aplasta desde lo alto a través de los trazos que hago con pena…
Escucho a la Esfinge reír por dentro
el sonido de mi pena corriendo por el papel…
Atraviesa y no puedo verle una mano enorme
que barre todo a un lado del techo que queda atrás mío,
y sobre el papel donde escribo, entre él y la pena que escribe
yace el cadáver del rey Keops, mirándome con los ojos muy abiertos,
y entre nuestras miradas que se cruzan corre el Nilo
y una alegría de barcos con banderas vaga
en una diagonal difusa
entre lo que pienso y yo…
¡Funerales del rey Keops en oro viejo y Yo!...

IV
¡Qué panderetas el silencio de este cuarto!...
Las paredes están en Andalucía…
Hay danzas sensuales en el brillo fijo de la luz…
De repente todo el espacio se detiene…
se detiene, se desliza, se desenvuelve…,
y a un lado del techo, mucho más lejos de lo que él está,
abren manos blancas ventanas secretas
y hay ramos de violetas cayendo
por haber una noche de primavera afuera
sobre mi estar de ojos cerrados…

V
Allá afuera va un remolino de sol los caballos del carroussel…
Árboles, piedras, montes, bailan parados dentro de mí…
Noche absoluta en la feria iluminada, luz de luna en el día de sol allá afuera,
Y todas las luces de la feria hacen ruido en los muros del patio…
Ramilletes de muchachas con cántaros en la cabeza
que pasan allá afuera, plenas de estar bajo el sol,
se cruzan con grandes grupos de gente amontonada que anda por la feria,
gente toda mezclada con las luces de las barracas con la noche y la luz de la luna,
los dos grupos se encuentran y penetran
hasta formar uno solo que es los dos…
La feria y las luces de la feria y la gente que anda por la feria,
y la noche que cae sobre la feria y la levanta en el aire,
andan por arriba de las copas de los árboles llenas de sol,
andan visiblemente por debajo de los peñascos que brillan al sol…
Aparecen en otro lado los cántaros que las muchachas llevan en las cabezas,
y todo este paisaje de Primavera es la luna sobre la feria,
toda la feria con sus ruidos y luces es el suelo de este día de sol...
De repente alguien sacude esta hora doble como una criba
y, mezclado, al pie de las dos realidades caí
sobre mis manos llenas de dibujos de puertos
con grandes barcos que se van y no piensan en volver…
Polvo de oro blanco y negro en mis dedos…
Mis manos son los pasos de esa muchacha que abandona la feria,
sola y contenta como el día de hoy…


VI
El maestro sacude la batuta,
y la música rompe lánguida y triste…
Me recuerda mi infancia, aquél día
en que jugaba a los pies del muro del patio
arrojándole una pelota que tenía de un lado
el deslizarse de un perro verde y, del otro lado,
un caballo azul que corría con un jockey amarillo…
Prosigue la música, ahí está mi infancia
de repente, entre el maestro y yo, pared blanca,
la pelota va y viene, ahora un perro verde,
ahora un caballo azul con un jockey amarillo…
Todo el teatro es mi patio, mi infancia
está en todas partes, y la pelota viene a tocar música,
una música triste y vaga que pasea por mi patio
vestida de perro verde volviéndose jockey amarillo…
(Tan rápido gira la pelota entre los músicos y yo…)
La tiro de nuevo a mi infancia y ella
atraviesa todo el teatro que está a mis pies
saltando como un jockey amarillo y un perro verde
y un caballo azul que aparece por arriba del muro
de mi patio… Y la música arroja con pelotas
a mi infancia… Y la pared del patio está hecha de gestos
de batuta y rotaciones confusas de perros verdes
y caballos azules y jockeys amarillos..,
todo el teatro es un muro blanco de música
por donde un perro verde corre tras mi añoranza
de mi infancia, caballo azul con un jockey amarillo…
De un lado a otro, de izquierda a derecha,
donde hay árboles y entre las ramas a los pies de las copas
con orquestas tocando música,
hacia donde hay hileras de pelotas en la tienda donde la compré
y los hombres de la tienda sonríen entre mis recuerdos de infancia…
La música cesa como un muro que se desmorona,
la pelota rueda por el despeñadero de mi sueños interrumpidos,
y de lo alto de un caballo azul, el maestro, jockey amarillo volviéndose negro,
agradece, pausando la batuta por arriba de la fuga de un muro,
y se inclina sonriendo, con una pelota blanca arriba de la cabeza,
pelota blanca que le desaparece por debajo de las costillas…

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