"Todo lo que calla el que canta" (leyendas) de Leticia Hernando

Todo lo que calla el que canta de Leticia Hernando
Leyenda del fuego
Aprende 
a no esperar por tí pues no te encontrarás
Sophia de Mello
I
Era un país de fuego y sin sentido.
Allí, donde crecen las flores blancas del espanto, se criaban niños como amuletos contra el dolor o armas para la venganza, pequeñas granadas de piernas veloces, trofeos de mordaza y silencio.

Donde apenas los brotes de alegría, allí, se danzaba alrededor del silencio como otro fuego.
La niña decía: «El cielo en los pies, el techo curvando la espalda»; y abría la boca como para la risa. Así se quedó, quietita, hasta oscurecerse como el carbón.

II
Cuando ya no se pudieron inventar más fiestas, a hurtadillas de la noche, se escribieron palabras secretas en papeles que se escondían entre las ropas. Y se dieron vueltas alrededor de la casa sin poder entrar, porque a veces hay autos parados en ciertas esquinas que son oscuros -oscuros como el fuego en los pozos de la casa (arden como el miedo)- llamas lejos, atrás, en la memoria.

III
Mis padres me enseñaron que si alguna materia permanece al ser tocada por el fuego, no es su esencia, no es su forma perfecta e indestructible, sino una mutación: variaciones químicas que pueden guardar complejas relaciones con su forma anterior, pero que a veces olvidan.

—Miente el que encuentra pureza en el fuego —me dijeron—, no limpia nada: de un cuerpo quemado lo que queda es carbón.
(Y me llevaron lejos, mundos adentro.)

—Yo habré de volver —prometí—. Yo he de reparar. Yo he de cuidar del fuego.

IV
Fuegos adentro la piel era una trampa que se quebraba. Escupiría poemas. Bailaría ceniza en el aire: blanca y gris porque ese era el signo del miedo.
El deseo, entonces, fue este instante augurando el desierto, el espanto, las brasas.
Hacía temblar como una hoja y me dejé arrastrar por el viento.

Desde entonces, cuando alguien me habla de pureza, afirmo que no es más que un efecto del lenguaje (como Dios, o el orden en que pensamos, las crueldades que con descuido acatamos).

V
De mi hermana aprendí  que las puertas se rompen a patadas (y sino hay que irse), el marco inmóvil.

Que el objeto de estudio puede ser una escusa para la huída.

Así fue la tierra entera su laboratorio. Porque la tierra que pisamos tiembla y esconde fuegos tremendos, y su sitio y mecanismo pueden ser la metáfora que desmonte el marco (o el velo que lo encubra).

VI
Mirando el marco aprendí  que lo real sólo se encuentra fuera de la ley
y que tal vez no sea un lugar tan inhóspito.

VII
De los pasmados por el fuego esperé todo y no aprendí nada:

—Agua. Cántaro fresco. Niña abrasada —me advertían—: Algún día dejarás de caminar por fuego sin quemarte.

(Y eso, si es cierto lo que me enseñaron mis padres, no tiene retorno.)

VIII
Tal vez no sea tan tarde ya y este sol sea otro fuego.
Junto, una vez más, ramitas para la lumbre y las brasas. Ensayo, lento, los pasos de otra danza, busco la articulación de otro canto.

—Quién pudiera torcer la memoria de la materia, demoler la cárcel de la razón.

Leticia Hernando

Leticia Hernando nació en Buenos Aires en 1976.
Tiene publicado los libros de poesía: "La alegría del desarreglo" (ed. la guillotina, 2005), "Loba de sueño rosa" (ed. la mariposa y la iguana, 2010), "Prosas del desbarranco" (ed. la mariposa y la iguana, 2012).
Participó de la antología: "Si Hamlet duda le daremos muerte: antología de poesía salvaje", (Libros de la Talita Dorada, 2010)
Tradujo: "La cruzada de los niños/La croisade des enfants" de Marcel Schwob (ed. bilingüe, La mariposa y la iguana, 2014) y "Carta sobre la génesis de los heterónimos. Antología de poemas" de Fernando Pessoa (ed. La maripos y la iguana 2015.
Desde el 2010 desarrolla el proyecto editorial "La mariposa y la iguana" junto a la poeta Dafne Pidemunt.


2015: Próximos títulos II. "Todo lo que calla el que canta -leyendas", de Leticia Hernando

Todo lo que calla el que canta -leyendas-
Era un país de fuego y sin sentido.

Allí, donde crecen las flores blancas del espanto, se criaban niños como amuletos contra el dolor o armas para la venganza, pequeñas granadas de piernas veloces, trofeos de mordaza y silencio.

Donde apenas los brotes de alegría, allí, se danzaba alrededor del silencio como otro fuego.
La niña decía: «El cielo en los pies, el techo curvando la espalda»; y abría la boca como para la risa. Así se quedó, quietita, hasta oscurecerse como el carbón...

(Leyenda del fuego, fragmento)

Leticia Hernando
Leticia Hernando nació en Buenos Aires en 1976. Participó de distintos talleres, ciclos y revistas literarios. Es estudiante intermitente de la facultad de Filosofía y Letras. Tiene publicado «la Alegría del desarreglo» (ed. La guillotina, 2005), «Loba de Sueño Rosa» (ed. la mariposa y la iguana 2010) y «Prosas del desbarranco» (ed. la mariposa y la iguana, 2012); e inéditos «Pianistas en estrépito y fuga»  y «El abismo que nos mira». Además de participar de «Si Hamlet duda le daremos muerte: Antología de poesía salvaje» (Libros de la Talita Dorada, 2010).
Desde el 2010, junto a la poeta Dafne Pidemunt, desarrolla el proyecto editorial La mariposa y la iguana