La mariposa y la iguana es una editorial autogestiva desarrollada por las poetas Dafne Pidemunt y Leticia Hernando dedicada más que nada a la poesía y a las temáticas de género y diversidad sexual, aunque no exclusivamente. 

Los invitamos a recorrer nuestro sitio web: lamariposaylaiguana.com.ar desarrollado por Unisonet



VI Feria de Editores

VI Feria de Editores


Se acerca la VI Feria de Editores y para festejarlo sorteamos las novedades de La mariposa y la iguana con lo que habría 3 primeros premios para tres ganadores distintos:

La siesta, de Claudia Masin;
Rama rama, rama negra, de Adela Basch;
El barco, de Sonia Catela

El sorteo se va a realizar el 8 de junio a las 22 hs.
Para participar solo tienen que compartir este posteo del blog o el evento del face (aquí el link) y avisarnos por inbox al face de La mariposa y la iguana o mail: lamariposaylaiguana@gmail.com
El premio se retirará en la Feria de editores, que va a realizarse el 9, 10 y 11 de Junio en Santos Doumont 4040, de 15 a 20 hs.





Novedades 2017

No al 2x1 a los genocidas

Ni 2x1 a los genocidas. Ni olvido. Ni perdón.
Desde "Todo libro es político" acompañamos la marcha. Hoy todos a la plaza.


novedades 2017



de Claudia Masin

ISBN: 978-987-38081-8-0
Poesía en prosa
52 pags

Presentación: 18 de junio en Casa Brandon


"Las verdaderas historias están escritas con esa fuerza loca y desmedida de la infancia: para resistir, y antes de ser escritas han pasado por los huesos y por las venas y por cada fibra del organismo de un ser vivo. Esas historias no pueden ser sino lo que son, no son alegorías ni símbolos, no establecen metáforas entre las cosas del mundo, son ellas mismas la metáfora que alguien lee en su propia carne, desprendidas del dolor o del placer o de la furia o del asco, como la cáscara de una herida, como la pequeña capa que la protege insuficientemente y que ha de dejarla expuesta para que pueda curarse al sol, al aire libre, cuando sea el tiempo..."




de Sonia Catela

ISBN: 978-987-38081-9-7
Novela
136 pags



Sonia Catela con su maestría habitual -con una prosa que puntúa de tal modo que los movimientos de los personajes hacen signos en el cuerpo de los lectores - nos entrega un momento de la Historia que, trágica, insiste. Lo que sucede en El barco a fines del siglo 19 es tan actual como singular, único. Sorprendente aquí porque  “las mujeres quieren rehacer Proscurov donde sea que caigamos. Con biblioteca, templos, casas de mala fama, habladurías y odios”. Como caracoles, se desplazan. La autora, que nos señala el horror, no deja de mostrarnos cómo aún en situaciones infrahumanas lo humano tiene cierta pretensión y, por ejemplo,  alguien que llevó uvas comenzará a pisarlas. Otros acompañarán ese hacer y Eros renacerá aunque se esfume.  De cierta manera, se busca “una tierra sin mal”. ¿Podrán estos viajeros-migrantes poner un tope a la repetición queriendo seguir siendo quienes fueron?  Una larga marcha en el vapor Wesser  primero y por tierra después, transcurre a un ritmo en blanco y negro. En este éxodo no se cruza el desierto, se cruza el mar. Sonia Catela –así como en Malos pensamientos,  Dos monos pintados y en sus otros libros-nos lleva con la construcción de El barco de un real a otro. Acaso ¿no somos nosotros el lugar?
Susana Szwarc




de Adela Basch
con fotografías de Silvia Sergi

ISBN: 978-987-38082-0-3
Poesía
56 pags



Ahora, en este instante, yo soy el río.
Fui mujer y varón, una y otra vez lo he sido
durante noches, amaneceres, tardes,
crepúsculos rojizos que todavía arden,
secuencias de sucesión interminable.
Fui multitud de animales, delicados y toscos,
de las variedades que galopan, vuelan y recorren los mares, 
de las que aúllan y saltan, de las que croan y reptan,
de las muy diminutas y de las gigantescas.
Fui musgo, flor, tallo, follaje de incontables ejemplares
de miles de millones de géneros y especies vegetales. 
Guijarro y piedra fui, 
peñasco y greda, arcilla y roca,
y, paciente, me hice arena 
que con las aguas se besa boca a boca
(...)

fotografía Silvia Sergi

En preparación:

Mil Juanas (textos poéticos punk contra el femicidio), de Rosa Machado
Tierra, de Alicia Salinas


El barco, de Sonia Catela



El barco

de Sonia Catela


ISBN: 978-987-38081-9-7
Novela
136 pags








Sonia Catela con su maestría habitual -con una prosa que puntúa de tal modo que los movimientos de los personajes hacen signos en el cuerpo de los lectores- nos entrega un momento de la Historia que, trágica, insiste. Lo que sucede en El barco a fines del siglo 19 es tan actual como singular, único. Sorprendente aquí porque “las mujeres quieren rehacer Proscurov donde sea que caigamos. Con biblioteca, templos, casas de mala fama, habladurías y odios”. Como caracoles, se desplazan. La autora, que nos señala el horror, no deja de mostrarnos cómo aún en situaciones infrahumanas lo humano tiene cierta pretensión y, por ejemplo, alguien que llevó uvas comenzará a pisarlas. Otros acompañarán ese hacer y Eros renacerá aunque se esfume. De cierta manera, se busca “una tierra sin mal”. ¿Podrán estos viajeros-migrantes poner un tope a la repetición queriendo seguir siendo quienes fueron? Una larga marcha en el vapor Wesser primero y por tierra después, transcurre a un ritmo en blanco y negro. En este éxodo no se cruza el desierto, se cruza el mar. Sonia Catela –así como en Malos pensamientos, Dos monos pintados y en sus otros libros-nos lleva con la construcción de El barco de un real a otro. Acaso ¿no somos nosotros el lugar?

Susana Szwarc




Capítulo 1: El Wesser
[fragmentos]

Arrastro un balde maloliente que vaciaré en el mar. Pero un hombre de la tripulación se interpone en el pasillo y me bloquea el paso. 
Su boca escupe sonidos; si los superpusiera a los sonidos con que hablo no coincidiría uno. 
Al retenerme de la muñeca, se me escurre el balde y su inmundicia rebasa y nos ensucia. 
Con espasmos de jolgorio el hombre acerca a mi mentón lo que saca de su morral: un suculento pedazo de carne cocida. 
De marrano. 
Me embadurna livianamente la boca con él. Me frota con el sabor, desconocido. Es un convite. Para animarme, le da un tarascón y hace oscilar la tira asada ante mi hambre. 
Espero frente al tripulante que tapa el corredor y no decide qué hará con mi vacilación; balancea la presa llamando a mis fosas nasales, la apoya sobre mis labios; la refriega. Que me sirva, que mastique, gesticula amable.
Yo no puedo comer esa carne. Mi gente no ingiere esa carne. No debo masticar el animal inmundo.
Él lleva uniforme azul con ribetes. Nos han avisado que debemos obedecer a quienes visten uniformes e insignias. 
Con vocablos incomprensibles, tiernos, me habla. 
No entiendo, digo. 
El hombre tampoco entiende que digo que no entiendo. 
Mordisqueo el bocado; en el pasillo no hay nadie que me vea y me detenga. Desgarro tejidos, trago. 
De lo que acabo de hacer, del fondo del estómago, me suben náuseas. Pero no vomitaré. 
Saboreo lo que acabo de hacer .
(...)

Nosotros oímos las bombas antes de que empezaran a caer. Solamente Tomás no escuchó cómo se desmoronaban –mañana, el mes que viene— sobre casas, puentes, molinos y caminos, sobre almas y carnes. Los que oímos las bombas antes de que empezaran a caer armamos el equipaje: alguna comida, la mayor cantidad de recuerdos y nuestros hijos. 
Me ocupé de no omitir un frasquito con tierra ribereña y una libreta de anotaciones. 
Tonterías, renegó Felipe, tonterías de mujer loca. 
Él embolsó sus libros, la petaca de licor y un paquete lacrado que esconde dentro del sombrero. 
Felipe y yo, y los Zimmermann, Isabelita, sus padres y los otros levantamos la mano para saludar a Tomás en el muelle. En el puerto quedó un traje negro dominguero. A eso se redujo Tomás antes de que pudiera, finalmente, escuchar cómo caían las bombas y se llevaban el pueblo. 
(…)

—No nos encierran en esta bodega —me corrige Felipe—, nos alojan aquí. 
Son las cuatro de la tarde. 
Los Zimmermann cabecean en su jergón. Los Boronovich también. 
(...)

—No puedo ver el árbol donde grabé el nombre de mi querida —y porque el mortero de tantos días y cambios muele nuestras cabezas, a Lucas se le tritura el cómo llamaba a su amor. ¿María? ¿Norma?
Sentado en la escalerilla, el nostalgioso repasa listados.
Tampoco alcanza a representarse su propia mano clavándole letras al árbol.
Escribo una paciente nómina, de Aliusha a Zaira; me ayudan encuestas entre mujeres que roncan cayéndose de las literas, amamantan a niños ávidos o se ajustan el pañuelo en la boca para no tragar el aire de olvido que surca el Wesser y se cuela por los ojos de buey.
Pero Lucas no recupera a su querida leyendo mi lista.
Sentado en el estribo, con una astilla de madera, raspa otros nombres en la mugre del peldaño. Lejanos como la cicatriz en aquel tronco de roble.
Lucas olvida y rebusca.
Pierde a la que empieza en su nombre; éste la comprende, la contiene, cuerpo y amores.

(...)


Sonia Catela es narradora y periodista.
Ha sido Incluida en las antologías: Más allá del umbral. Autoras hispanoamericanas y el oficio de escribir (Ed. Renacimiento, Sevilla, 2006) y El río en catorce cuentos (editorial Ross, 2011).
Como becaria de la provincia de Santa Fe investigó las prohibiciones de textos impuestas en la Argentina durante la dictadura que rigió el país entre 1976-83, material con el que construyó el ensayo Boca cerrada.
En diciembre de 1975 se realizaron en la ciudad donde reside más de cuarenta allanamientos y fue trasladada junto a otras colegas docentes al “Buen pastor” de Santa Fe, donde quedaron detenidas
durante un tiempo solo por su ideología.

Ha recibido numerosos premios y menciones, entre ellos:
Malos pensamientos, (premio Fondo Nacional de las Artes 2010). Ana María Shúa, escribió: “Esta mujer inventó algo. Inventó una nueva y perturbadora manera de contar. (…) Algo en la hechura de estos cuentos los delata como geniales hijos de Catela, y sin embargo, cada uno vuelve a ser inesperado, único. Cuentos breves, extraordinarios, (…) intensos como la vida”
Dos Monos Pintados, (premio Alcides Greca Subsecretaría de Cultura de Santa Fe, 2002)
Oficio de Putas, (mención certamen Secretaría Cultura Nación, 2001)
Estado de seducción, (Premio Clarín de Novela Mención de Honor. Jurado: Roa Bastos, Andrés Rivera y Vlady Konciancich), 1999
Historia privada de Vogelius, (finalista del certamen Planeta, 1994).
La maceta de la planta venenosa, (premio Literario Municipalidad de Rosario, 1997)
Miércoles de tinieblas y naufragios, premio Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe (1991, editada en 1993).
Consejos perversos, premio Ed.EMECE (1992-3)
Concepción todo estupor, (premio Fondo Nacional de las Artes, 1987)

La siesta, de Claudia Masín

ph: Sebastián Miquel

La siesta
de Claudia Masin


ISBN: 978-987-38081-8-0
Poesía en prosa
52 pags


Presentación: 
18 de junio en Casa Brandon
Luis María Drago 236







"Las verdaderas historias están escritas con esa misma fuerza loca y desmedida de la infancia: para resistir, y antes de ser escritas han pasado por los huesos y por las venas y por cada fibra del organismo de un ser vivo. Esas historias no pueden ser sino lo que son, no son alegorías ni símbolos, no establecen metáforas entre las cosas del mundo, son ellas mismas la metáfora que alguien lee en su propia carne, desprendidas del dolor o del placer o de la furia o del asco como la cáscara de una herida, como la pequeña capa que la protege insuficientemente y que ha de dejarla expuesta para que pueda curarse al sol, al aire libre, cuando sea el tiempo."

ph: Sebastián Miquel
"Las siestas transcurren en un verano perpetuo, en ese tiempo desalmado que llena los pueblos del norte de un pavor y una reverencia únicas, como un dios de ocho cabezas que todo lo ve y todo lo condena. El vaho del calor difumina los límites de las cosas y hace que todo parezca indefinido, con bordes vagos, indeciso entre la realidad y la ficción. La casa misma, las paredes que por la noche se sienten tan macizas, se aligeran como una zarza ondeando bajo un viento pegajoso...."



ph: Sebastián Miquel

"Los libros te meten ideas raras en la cabeza, se escuchaba en la casa como una plegaria o -mejor-, un mandamiento dispuesto a extirpar lo desviado antes de que lo desviado se convierta en lo recto, en lo que sostiene el armazón de una personalidad y ya no es tan fácil desmontarlo como a una escenografía vieja.
Yo no podía estar más de acuerdo: eso buscaba en los libros, no la felicidad sino el choque eléctrico que sacude al cuerpo y lo revive, brutal como el que se le da a los que han entrado en la muerte por un instante y hay que traerlos de vuelta. 

Cuando se empieza a hablar se pierde lo que tenemos de piedra. Cuando comenzamos a escribir, se recupera. Y en el medio, durante y después, leemos. Una piedra es la más permeable de las materias, yo lo sé porque las vi, a lo largo del tiempo, convertirse en otra cosa, cambiar sutilmente tragándose la lluvia o el sol en épocas donde ni agua para los animales queda, es decir, llenándose de lo que las rodea, sumando los elementos y las materias a sí mismas de tal manera que no es posible diferenciar dentro de ellas al limo de los efectos del viento, a la arena, la tierra, el barro, las partículas minerales de los insectos que han quedado inmóviles, atrapados en el interior del bloque en que se convierten,  hasta que la erosión las desarticula nuevamente en diminutas piezas que ya no son la piedra pero van a volver a serlo..."


Claudia Masin Nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive desde 1990 en Buenos Aires. Coordina talleres de escritura. Es docente de la carrera de Artes de la Escritura de la Universidad de las Artes (UNA).
Publicó los libros de poesía: Bizarría (1997), Geología (2001, reeditado en 2011), La vista (editado en España en 2002, reeditado en Argentina en 2012), Abrigo (2007), La plenitud (editado en Argentina en 2010, reeditado en España en 2014), el libro de fotografías y poemas El verano, La cura (2016) y las antologías El secreto (Antología 1997-2007) (2007) y La materia sensible (Antología personal) (2015).
Su libro La vista ha obtenido por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002. Su libro Abrigo ha obtenido una mención del Fondo Nacional de las Artes en 2004.
Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, portugués e italiano. Participó en múltiples antologías de poesía y ensayo, en su país y en el exterior


Rama rama, rama negra, de Adela Basch


Rama, rama, rama negra

 Adela Basch

con fotografías de Silvia Sergi

ISBN: 978-987-38082-0-3
Poesía
56 pags










Río 


Si alguien me preguntara 
aquí, ahora,
en este instante en que estoy recostada
sobre la espalda 
de un río en flor,
si alguien me preguntara qué espero,
mi respuesta sería: nada.
¿Qué es, pero, una respuesta?
¿Qué espero, un saber, una certeza?
Sea lo que fuere, fuere lo que sea,
el mundo es una sola pieza
que no tiene derecho ni revés,
futuro ni pasado.
Lo que ha de ser ya es.
Aquí, donde se disipa toda pena,
en el fluir que todo lo diluye 
junto al murmullo rasante de un poema,
cualquier expectativa huye.
Yo soy también el río que me presta su espalda
para que me recueste
y el río sabe que también él es
esta mujer en flor, frágil y fuerte
que pasa fugaz con un poema
sin saber cuál es el límite preciso
entre las butacas de la platea
y el escenario donde fulgura el hechizo
con que transcurre la marea.



Miro el río y pienso


Decimos el río sube, el río baja
como si entendiéramos algo de la vida.
Pendientes de si el agua baja 
como por pendiente
o si está creciendo 
hacia una creciente.
¿Vendrá un repunte o una bajante?
¿De qué lado cantará quien cante?
El río fluye y refluye
y la marea, marea
mientras hay algo que huye.
Agua va, agua  viene,
el río sube, el río baja.
Y veo la corriente del pensar,
cuando creo que creo
una trama que mueve mi vida.
También veo 

que el hilo del pensar
que siento ajeno
y  no hace más que pasar,
una y otra vez se aja
en imprevistas jugadas
que mi mano no abaraja.
Como el ínfimo despuntar 
de un camalote,
parece ignorar 
de qué viento llegará el azote
o qué nube será 
la que se entreabra
para irradiarnos la luz desconocida
que, como chispa brotada del agua,
nos salpique y nos encienda el alma.







Tanto disfraz


Tantos años de cuidadoso maquillaje,
tanto desvelo en la hechura de un disfraz,
tan acumulado y complejo ropaje,
tan ensayada máscara, tanto antifaz.
Tanto escudo y tanta armadura,
para que de pronto, silencioso, venga el río,
haga añicos de un manotazo la figura
y deje al descubierto mi vacío.





Ahora, en este instante, yo soy el río.
Fui mujer y varón, una y otra vez lo he sido
durante noches, amaneceres, tardes,
crepúsculos rojizos que todavía arden,
secuencias de sucesión interminable.
Fui multitud de animales, delicados y toscos
(...)

Adela Basch nació en Buenos Aires el 23 de noviembre de 1946. Es dramaturga, cuentista, y poeta especializada en literatura para niños y jóvenes, y Profesora en Letras por la U.B.A. Ha publicado un centenar libros en distintas editoriales de Argentina, México y Colombia. Entre ellos podemos mencionar Abran Cancha, que aquí viene don Quijote de La Mancha; En los orígenes, los aborígenes y Juana, la intrépida capitana. Sus textos han sido premiados en numerosas ocasiones. Ha dictado numerosos cursos y talleres en las principales ciudades de Argentina y en España, Venezuela, Bolivia, Cuba, Puerto Rico, Rep. Dominicana, EEUU,  Chile y Alemania. Entre otros, ha recibido el Premio Nacional Latinoamericano La Hormiguita Viajera: “Maestro Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil”  (2015); el Premio Konex   “Diploma al Mérito en Literatura Infantil” (2014); el Premio Trayectoria otorgado por la Asociación de Teatristas Independientes para Niños y Adolescentes (2014) y el Primer Premio de Teatro Infantil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2012).
Hace cuarenta años que disfruta de la generosidad del Delta en el arroyo Rama Negra. 


Silvia Sergi, además de reportera, publicista y docente, es una fotografa porteña que está instalada desde hace mas de una decada en el Delta de Tigre.  
En la actualidad  se dedica a la fotografía testimonial artistica.
Enamorada de la Isla, el eje de su obra es el mundo que habita.
Es autora de: 
Teñidos de Rio (patrimonio cultural del Municipio de Tigre)  
Los Venidos -Delta de Tigre.


La mariposa y la iguana 2016: los que se vienen y los que están



Próximos Títulos


2º semestre 2016

Colección La Mariposa y la Iguana

Título: Rama, rama, Rama Negra
Autor: Adela Basch
Fotografías: Silvia Sergi











Título: Así la vida de nuestra primavera
Autor: Lidia Rocha



Título: Pescador
Autor: Gerardo David Curiá





Título: Pianistas en estrépito y fuga
Autor: Leticia Hernando
Autor: David Gonzalez















Título: XXIII Fragmentos
Autor: Cayetano Guzmán
Edición homenaje
(No comercial)













Título: Poemas
Autora: Inés Manzano
Edición homenaje
(no comercial)












2017
El barco, de Sonia Catela
La siesta, de Claudia Masín
La doble, de Paula Jiménez España
Mil Juanas, Rosa Machado




Ya están en las librerías:


La muertita o la novela que
Autora: Susana Szwarc

ISBN: 978-987-38080-9-8
1º edición, 2016
género:novela experimental
pags. 90

En "La muertita o la novela que", todo el espectro de lo que constituye la estructura del ser humano contemporáneo aparece como en un escenario en el que a alguien se le van desgarrando las innumerables pieles superpuestas (convenciones colectivas y rituales, apetito de poder, belicosidad, pecados ecológicos, discriminación, control del otro) y que se nos enciman a medida que el rebaño social opera.
"La muertita" elige su propia dirección a contramano, dentro de ese núcleo social que nos condiciona.
Ella elige un subsuelo como alojamiento, como tantos de nosotros.
Sonia Catela

“Un animal anonadado, eso era la muertita. Nada que ver con el ratón de ojos inteligentes.”





ISBN: 978-987-38081-1-1
1º edición, 2016
género:narrativa
pags. 142

Una chica del conurbano obsesionada con una actriz de TV de los 80; una profesora de historia enamorada de su instructora de box. Policías sensibles y cinéfilas fracasadas. Narcotraficantes prêt-à-porter ocultas tras pelucas rubias; huyendo de las tormentas como sirenas y remolcando para su más preciosa intimidad los días, los autocines y las estrellas.
Entre la melancolía y el kitsch, los personajes de Mi madre favorita tiene bíceps parecen siempre llegar de fiestas tristes. Como aquel paracaidista que no puede aterrizar, a duras penas logran pisar la tierra.

«Lilian Laura Ivachow se para en lugares indómitos para dar cuenta de lo que ve, de lo que percibe, para escribir con gracia, con humor y con amarga desesperación, las historias de unos personajes a los que la luz parece tornasolar y vuelve completamente entrañables. Buenos Aires o Hong Kong, empedrado o celuloide. Todo puede ser capturado por el travelling -como ese fabuloso sobre la autopista Perito Moreno y sobre la década de los 90 que deslumbra en «Los paracaidistas»- de una escritora que parece encerrada en una cápsula solitaria pero que descerraja relatos que auguran una empatía feroz y, sobre todo, llegan plenos de escritura.»
Julián López



Autora: Soledad Gómez Novaro

ISBN:978-987-38081-2-8
1º edición, 2016
género: prosa poética
pags.24


...Casi como si lo opuesto a la lucha, a la hincadura del colmillo, fuera la seguridad del hogar: el lugar donde el lenguaje permanecería entre rejas, a salvo de toda irrupción desestabilizadora. Uso esta forma hipotética, “permanecería”, porque obviamente aludo a lo que del hogar se espera y no a ese lugar real que es la casa donde, muchas veces por reacción del hijo o la hija, la propia lengua natal se vuelve insurrecta y desobediente y nace por ejemplo, contra toda predicción, un o una poeta. Es decir, nace de un hogar decente, el ser más inútil de la tierra, un ser que obedece a la lírica y que, como dice Diana Bellessi en la Pequeña voz del mundo, es la idiota de la familia. La idiota que se hace la idiota, es decir, la que sabe escuchar. El comienzo de este precioso texto de Soledad, Dentelladas, es un juego muy a su medida, a su humor y a su ironía; se trata de un mandato limitante que cae sobre el yo y se expresa por la negativa, el yo le prohíbe al yo, sensatamente, la emergencia de toda liberación, de todo vaciamiento. El texto dice:
“No seas.
No pronuncies las púas, los vidrios rotos, los baldíos, la empalizada, los pies descalzos.
No seas.
No cuentes la sarna y la lluvia, las costras, el pan duro.
No seas.
No digas en la fiesta el alambre crudo, o el borde, o el afuera y la ropa descosida.
No seas.
No grites los perros flacos, el agua sucia, los días helados.”
El ser es entonces una bolsa cerrada llena de metáforas que el yo le ordena no abrir, se lo ordena para que no se revelen todas las imágenes poderosas e ingobernables que lo componen. (...)
Paula Jiménez 
España

ISBN: 978-987-3808-10-4
1º edición 2016
género: ensayo
págs. 112


Las preguntas de la que parte el presente libro son: ¿Hasta dónde incluyen, verdaderamente, la Ley Nacional de Educación y el sistema educativo? ¿Qué sucede con los colectivos que quedan fuera? ¿Qué garantías ofrece para incluir a la diversidad?
A partir de estas preguntas, este libro analizará la respuesta que dan los bachilleratos populares, y en particular el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis.

En la Argentina, a partir de la crisis de 2000, surgen –como alternativa al modelo pedagógico imperante– los bachilleratos populares, en donde la relación educador-educando desestructura la verticalidad hegemónica del sistema educativo y da lugar a una relación de aprendizaje-enseñanza desde la horizontalidad, buscando sanar las heridas sociales e incluir a los tantos colectivos expulsados.
En el año 2011 se funda el primer bachillerato popular trans del mundo, que no sólo busca incorporar al colectivo trans al sistema educativo, sino también visibilizar a estas subjetividades y empoderarlas para que puedan erigirse como sujetos críticos de la realidad circundante.



Para ir al:



















Pianistas en estrépito y fuga, de Leticia hernando



 
 


Presentación de Pianistas en estrépito y fuga
por Susana Szwarc



Agradezco a Leticia la posibilidad de presentar este hermosísimo libro.

A medida que lo iba leyendo le decía a Laura: es precioso es precioso y repetía pero no lo decía de modo cerrado, circular, sino que iba diciendo este Precioso (adjetivo, sustantivo) de forma espiralada. En “Pianistas” cada vez el lector da un paso más. O reescribe o busca a las siluetas por toda la casa, por todo el mundo, y hasta afuera del mundo como cuando vemos:
Gritando. Todos son extraterrestres. Están cuadriculados
Quise o sigo queriendo ponerle un título a este texto que se me fue armando al leer Pianistas.
Y me aparecieron varios que surgen del libro, que me a-saltaban /me a-saltan. 
Títulos como: “Equilibristas del silencioso alarido”, o la frase de la cita de María Meleck Vivanco. “Nuestrá médula tiembla”, o “por un kilo de milanesa”. La vuelta a la manzana como dar una vuelta, regresar al mismo lugar que ya no es el mismo lugar. Siluetas desperdigadas.
Des-figuraciones. Des-hilachas. 
Es que este libro encierra y libera multiplicidades. Como diría Alejandra pizarnik en La palabra que sana: CADA PALABRA DICE LO QUE DICE Y ADEMÁS MÁS Y OTRA COSA. Y este poema está EN EL INFIERNO MUSICAL.

 En Pianistas se produce en el libro, en su música, la palabra que sana.
Pero que tal vez primero destruye.
Leer es destruir, dice Edmond Jabés y cada lector hace un nuevo libro.
Tal vez tendría que llamar a este texto que preparo : la palabra que sana.
Dado que se nos muestra lo roto, lo quebrado, lo fisurado y de ahí los hilvanes, los hilos y las agujas para el uso del lector. 

Cada cita con la que se empiezan los capítulos, en que se dan los intervalos, son un don que nos hace Leticia y se vuelven, a la vez, fundamentales, son piezas de esa construcción.  

No dije el título completo del libro: Pianistas en estrépito y fuga.

Al escribir hay siempre una especie de sensación de algo que se nos fuga, tal vez hay una fuga de la totalidad, una condena y una liberación. 

Como lectores lo mismo. Dice en Pianistas: “Si alguien leyera lo que escribe, creería que no ha encontrado nada”, “la voz que se vuelca como una copa”. También: “Se baila en la cuerda del verbo”. 

Creo que hay pocas palabras que contengan el estrépito que encierra la palabra fuga. Y aquí tenemos en el título: estrépito y fuga.
¿Pianistas fugitivos?

En estos días de homenaje a Borges escuché que con el tango Patota sentimental Borges decía que esto era imposible, que era un oxímoron, pero algunos creemos que sí es posible. Y así como por 1900 andaban con un cuchillo en la mano y en la otra el violín, aquí, en “Pianistas”, llega la primera silueta con una ginebra y un libro. (Mano a mano) “En andas la poesía, en andas la furia.”

Leticia Hernando va cómodamente de la cólera de aquel Aquiles, y que hoy es otro u otra Aquiles en “Pianistas”, hasta el tango y pasa por el barroco tan naturalmente porque sabe que solo hay artificios, que la naturaleza está allí. Por ej en el hospital Ramos Mejía donde están los patios con árboles, las luces blancas de los pasillos y la resonancia o tomógrafo que no se podrá usar aunque algún enfermero se solidarice con el coro de borrachos, solo porque está bajo llave.
 
Y con el título del libro de Leticia Hernando reapareció en la memoria la frase de la Ilíada (traducida así) donde dice clamoreo y fuga, en esa epopeya o/ y cantos sobre la cólera y la guerra.

Son ocho siglos a.c., y llegamos a Pianistas donde, a su través, se podría decir que no hay un comienzo y no hay un fin, o todo es comienzo y todo es fin, un romper la idea de tiempo o la creación de otro tiempo, un tiempo musical. Aquí la música está escrita con palabras y no con notas aunque también hay corchetes.

Hay un trabajo con el espacio que hubiese encantado al mismísimo Mallarmé. Los espacios dibujados, trastocados pero sin que salte eso a la vista, sino que haya que mirar o eso nos toca la mirada.

Paréntesis, corchetes, bastardillas suenan, se hacen escuchar, los vemos y oímos. Hay, además, una intensidad de las acciones.

Y tenemos un regalo más. Esas hojas que nos aparecen cada tanto donde las siluetas se mueven, se mueven porque se mueven, no creo que se muevan para nosotros. Están ahí, y creo que es cosa del lector ir con ellas o dejarlas sueltas. Y tal vez hasta puede haber lectores siluetas.

Y se da en las siluetas un estallido de sexos.

Es que se entra al libro, no nos avisa de esto en el título la autora, sino que encontramos la palabra silueta y nos damos con las siluetas en nuestros ojos: “La silueta es oscura como un mimo sin rostro, sin edad, sin sexo”.

La palabra silueta en este país está cargada de un significado.

Recordé ese siluetazo de 1983. Las siluetas –cada vez– de los desaparecidos.

Sin embargo, no son solo estos los desaparecidos de este libro sino del libro que construyo al leer. Las siluetas de la que nos cuentan los pianistas son las de los pianistas. Contornos, borde, figura, frontera.

Dibujamos siluetas, me preguntaba, ¿tienen sombra las siluetas? En algún lugar del libro sabremos que estas siluetas también tienen sombra.

Las siluetas son también un bulto con el que tenemos que cargar.

Muy pronto, en las primeras páginas, encontramos una frase que insiste, o que se hace escuchar para que nos preguntemos: ¿es posible? e ¿importa si es posible?

Se dice: ¿Quién sos el azar?

y no deja de insistirnos, vuelve,

aunque la pregunta podría ser: ¿quién sos? ¿qué sos?

también ¿quién sos vos? o ¿quién te creés que sos?

Pero ¿quién sos el azar? no deja de perturbarnos, hay algo de aleph allí.

Es la pregunta y la respuesta a la vez, es la llegada del mesías que nos va a revivir a todos, pero ¿cuándo, en qué momento de la vida? ¿En qué azar? ¿Estaremos caídos, estaremos en el baile de borrachos, seremos parte del coro? ¿Seremos la niña uno, la dos, la tres? Estaremos rizomándonos? ¿Sabremos la medida de las cosas?

Vuelvo al título “Pianistas en estrépito y fuga”

Pensé también en una fuga de agua, en una fuga de capitales, en una fuga de cerebros.

Y la fuga como repetición en diferentes voces y tonos.

En este libro donde las notas del pentagrama son palabras y son hormigas hay un continuo transmitir acerca de las palabras y la memoria. Claro que si el tiempo es todos los tiempos, la memoria se vuelve amorfa.

Cerca del final si es que lo hubiere, tal vez fuera mejor decir, cerca del final de esta puesta en escena se reproduce la huida, la evasión, el estrépito y la salida.

Y digo puesta en escenas pero qué es “Pianistas en estrépito y fuga” además de una epopeya? Es un libro de música?

Es eso y es también un pentagrama por donde caminan las hormigas.

Es una obra de teatro.

Es un oratorio, una casa de oraciones, de sonido y furia (y se escucha el grito del idiota)

Es, como lo dice también en el título, una fuga donde un sujeto alterna en la con el contrasujeto.

Y es una ópera, esa forma de arte total en el que confluyen la música, el canto, la poesía, las artes plásticas y hasta la danza.

Iba leyendo y me surgía: aquí hay una trampa, como la trampa del deseo, como que se nos muestra que el deseo es un oximorón y donde las palabras provocan su aliteración para aumentar en la tragedia la dicha (y también me he reído, como quien advierte que cae en la trampa y que gracias a eso, y aunque sea el último instante, se le revela algo que, por supuesto, como a cualquier silueta que llevamos adentro, se le fuga, se le escurre como un clamor, un ruego en el momento inoportuno y repetido.

Hay en el hermoso libro “Pianistas en estrépito y fuga” una fragmentación de lo temático y de los sujetos que lo hacen pero también hay una fusión, aunque cada silueta pareciera irse por su lado.

El libro anuncia una vez La Catedral Gótica, una vez dice Maldita Ginebra. Otras palabras insisten. Y personajes que tal vez entran y salen de allí.

Hay en el libro homenajes a queridos poetas, hay una poética.

Y todavía, cuando ya creíamos haber comprendido algo, aparece la palabra Desconfío. Otra vez ese prefijo que puede denotar negación o inversión o exceso y hasta afirmación.

Si bien no podemos escapar de la polifonía al hablar, es muy difícil de lograr en una novela, en un poema, en una obra de teatro. Y aquí se logra y además en la polifonía está la polis ¿será la polis el abasto de Maldita Ginebra y sus múltiples sonidos?

Pero claro, esta es una obra musical.

Diría, para terminar, qué libro tan des-atinado, destinado a leerse una y otra vez. Y alertados (hipnotizados) seguimos los lectores que podríamos salir en persecución (percusión) de algunas palabras nuevas todavía.

Y repreguntarnos: ¿quién sos el azar?

 
Elementos para una estampida

 

Todos mis libros son provisorios. Todos son distintos y tienen algo de: “hasta acá llegué”. Pero este lo es más.

Los pianistas, en cualquiera de sus versiones, está dedicado a ese hogar extraño que fue la Maldita Ginebra.



Los que pasaban no dejaron de pasar...


 

Pianistas en estrépito y fuga

-Versión para leer a viva voz-

 
 

Te agitabas por alcanzar mi botella y gritabas invitándome a pasar:
 —La catedral gótica, niña. La catedral gótica —tomaste la botella y entramos.
(Me senté en el piso entre partituras y el hambre de las hormigas.)
—Bach, niña. ¡Bach! ¡Escuchá!
 Las notas se caían. Un estrépito fue la fuga.
(El pianista anoche murió.)

*

—Salí disparada. El empedrado de la calle. La dura piedra del exilio. El breve zumo de la vida. En vuelo salvaje hasta la luna.

—Armonía hecha añicos. Jauría de notas y cacería.

—Siglos atrás salí disparada. Desparramaba palabras en el camino para perderme en el bosque. Apenas doblada la esquina empecé a arrojar guijarros, miguitas, verbo mordido.

Del encierro al vacío en estrépito y fuga.

—Los modales lejos.

Lejísimos.

—En andas la poesía, en andas la furia.

 
*
 
La secuencia es breve. Rápida. Eso. La visión de algo que pasa. Lo que sucede en el sesgo de la mirada. Mancha confusa y temblar adentro.

¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?

—¿Quién sos el azar?

Un paso tras otro más otro. Y nada más.

Hay ruido pero es silencio.

[La silueta escribe mientras camina, la sombra detrás. Se acuna con las palabras. Se habla como a una criatura: está loca. Es un caracol vacío donde resuena el mundo.]


¿Dónde es aquí? ¿Dónde es ahora?

(Esa música de las palabras como casa)

Ya no sabe que edad tiene. Que puerta golpea. Hizo todas las filas de todos los baños y ahora apila botellas en equilibrio precario.

Ya no sabe si día o si noche. Es una criatura sin nombre. Tiene hambre. Hace frío.

 [Despavorida, la silueta empuja y es un bar. Subsuelo adentro.]

 En el sótano, todo tiene la velocidad irreal de una película muda: el aire está lleno de palabras que pasan. Una maraña de trazos oscuros, el coro de borrachos, sobre el sillón desvencijado.

El poeta invitado llega temprano con su carpetita de poemas bajo el brazo como todos los recién-llegados.

—Vengo a presentar mi libro—anuncia—, me invitaron por mail.

Y ya no se lo escucha más: Vidalita-Blues prueba sonido, los destonos exactos.

 [Alguien vuelca la botella. Trizas. Una burbuja que estalla.]

 —¿Qué pasa? ¿Ni la risa del idiota? ¿Qué primavera es esta?

[La silueta que habla empieza a mover las manos como si le faltara algo]

—¿Qué miran inmóviles? —grita. Las manos, una forma extrañísima que quieren cambiar defunción.

—Mordieron sangre, acuérdense. Fueron crueles. Atraparon moscas. Les arrancaron las alas por convertirlas en hormigas. ¿Se acuerdan?

 


Deletérea, la voz, se vuelca como una copa...
[Una silueta ríe. Otra llora. Todas beben. Son criaturas de la cadencia, obedecen lo que no comprenden. Ecos. Acentos rítmicos. Caen como puños. Cerrados.]

 

Todas las noches son la misma noche. Una y distinta siempre termina con pájaros insomnes y ruido de persianas levantándose e hilillo de vino tinto en las canaletas como sangre derramada y siluetas desperdigadas por la acera que baldean lentos porteros.

 *


De todas las noche elegí para leerles la nº 2 que tiene por nombre:

Merluza Juárez, su mamá y el psiquiatra

 

El recién-llegado entra acompañado por su mamá y su psiquiatra. Es temprano. Es epiléptico. Se hace llamar Merluza Juárez. Tiene cara fiera. Es de la Boca. Escribe cuentos.

Tal vez porque crueles, con filo y aristas, sus cuentos. Tal vez porque llegó tan temprano acompañado por su mamá y su psiquiatra, será el único cuentista autorizado a leer en la casa, en toda su historia.

 

Merluza se sienta y pide una coca para él. Y otra para su mamá. Dice que está de vuelta. Que ya no bebe.

El psiquiatra, no.  Se pide un Whisky.  Y otro. Y otro.


Maldita-Divine y Vidalita-blues abren la noche. Poesía y blues&roll

Merluza lee su cuento:

Un niño con síndrome de down es abusado por el carnicero del barrio que le da un kilo de milanesas a cambio.

 

Promediando la madrugada, Merluza Juárez y su mamá se retiran.

El psiquiatra, no. Toma otro whisky. Y otro. Y otro.

Luego la noche se desmorona. Astillas el cráneo, el alcohol. La sustancia del silencio. El empaste del aire.

El poeta invitado araña tango y no llega. Sucede lo olvidable de la poesía, el bla-bla poético, la más insulsa escritura.

El psiquiatra no entiende. No quiere. Amaga taparse los oídos, rascarse la cabeza. Vuelca el whisky. Loco, está a punto de vociferar.

—El corazón se destroza cuando escucha un mal poema –dice para adentro, temblando.

No queda más que maldecir en el peor de los idiomas. Ebrio se incorpora a medias y se detiene. Los ojos abiertos.

A su alrededor los borrachos se desfiguran profiriendo barbaridades. Se desatan contra lo que les aburre.

—¡Maten al poeta! —grita el coro.

Maldita-Divine se entusiasma y olvida al invitado. Pelea a las siluetas, arenga al coro.

(No recuerdo si esa noche volaron botellas.)

 

Por entre el ruido, una voz femenina. Una voz que casi tiembla pero no.

Impiadosa. Crece hasta morder. Acalla. Los nervios de los borrachos.


Violencia y desgarradura contenida. Miente ternura. Voz que ha perseguido palabras con la paciencia de un sabueso. Y ahora las suelta. Lacera el aire para tocar el cuerpo dócil de los borrachos.

Aquí no hay cobijo –dice. Y dice con dulzura:

En el poema no hay quien se salve.

Todo es silencio. Lo sostienen las manos de los borrachos que tiemblan vidriosos pendientes del hilo de la voz.

La que lleva adentro la voz que muerde, deja el micrófono. Touché. Despacio. Silencio. Se ha escuchado un poema.


Luego, desde el fondo, se levanta, lentamente, un tímido laleo. Incomprensible. Un cántico que debería haber permanecido interno. Es la señal. La inmovilidad se rompe. Los borrachos se abalanzan sobre sus botellas. Sus vasos. La noche se precipita.

Al final de la noche arrastramos al psiquiatra hasta un taxi. Lleva en el pecho un papel escrito con una dirección.

Se ha transformado en una criatura hambrienta de whiskys y poemas. No dejará de volver.

Anoche también murió. De viejo, nada más.

*


Después de todas las nochesvino una noche que duró cinco días, en la que todas las siluetas perdimos nuestra sombra.

(Es que el Ramos tiene largas luces blancas que deja sin sombra a los que pasan.)

Una noche que terminó en Chacarita bajo un sol incomprensible.

(La guitarra en el ataúd y el ataúd en tierra)

Cuando las paladas de tierra empezaron a golpear sobre la madera, cantamos.